
Angelina sonrió comprensiva: también a ella le hubiera gustado vivir en el campo y cuidar de unas gallinas cluecas.
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Ese era su sueño imposible, pero lo declaraba sin pena, casi con alegría de tener un deseo y enseñarlo como un retrato en le que hubiera salido mal, risible incluso para ella misma. (...)
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