martes, 30 de noviembre de 2010

-Cierto



Quien no comprende una mirada, tampoco entenderá una larga explicación"

Proverbio árabe.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

-Tiene su lógica..


"La mejor prueba de que la navegación en el tiempo es imposible, es el hecho de no haber sido invadidos por turistas del futuro"


Stephen Hawking (1942- ) físico británico.

martes, 23 de noviembre de 2010

-Preocupante


En el juego del Pinball que yo tengo en una partida, con suerte, consigues 300 o 400 puntos.


Voy 4.875...


Creo que es hora de empezar a hacer algo productivo.

domingo, 21 de noviembre de 2010


Quiéreme cuando menos me lo merezca,
porque será cuando más lo necesite.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

-Barba Azul (segunda parte)


Cuando Barba azul regresó, le pidió que le devolviera las llaves y ella se las dio, pero con una mano tan temblorosa que él adivinó sin esfuerzo todo lo que había pasado.

Habiéndola examinado, Barba Azul dijo a su mujer:

-¿Por qué hay sangre en esta llave?

-No lo sé, respondió la pobre mujer, pálida corno una muerta.

-No lo sabéis- repuso Barba Azul,- pero yo sé muy bien. ¡Habéis tratado de entrar al sótano! Pues bien, señora, entraréis y ocuparéis vuestro lugar junto a las damas que allí habéis visto.

Ella se echó a los pies de su marido, llorando y pidiéndole perdón, con todas las demostraciones de un verdadero arrepentimiento por no haber sido obediente. Habría enternecido a una roca, hermosa y afligida como estaba; pero Barba Azul tenía el corazón más duro que una roca.

-Puesto que voy a morir,- rogó ella mirándolo con los ojos bañados de lágrimas, -dadme un poco de tiempo para encomendarme a Dios.

-Os doy medio cuarto de hora- replicó Barba Azul- y ni un momento más.

Cuando estuvo sola llamó a su hermana y le dijo:

-Ana, hermana mía, te lo ruego, sube a lo alto de la torre, para ver si vienen nuestros hermanos, prometieron venir hoy a verme, y si los ves, hazles señas para que se den prisa.

La hermana Ana subió a lo alto de la torre, y la pobre afligida le gritaba de tanto en tanto;

-Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

-No veo más que el sol que resplandece y la hierva que reverdece.

Mientras tanto Barba Azul, con un enorme cuchillo en la mano, le gritaba con toda sus fuerzas a su mujer:

-¡Baja pronto o subiré hasta ti!

-Esperad un momento más, por favor,- respondía su mujer; y a continuación exclamaba en voz baja: Ana, hermana mía, ¿no ves venir a nadie?

Y la hermana Ana respondía:

-No veo más que el sol que resplandece y la hierva que reverdece.

-¡Espera! Una gran polvareda que viene de este lado. Veo, a dos jinetes que vienen hacia acá, pero están muy lejos todavía... ¡Alabado sea Dios! -exclamó un instante después- son mis hermanos; les estoy haciendo señas tanto como puedo para que se den prisa.

Barba Azul se puso a gritar tan fuerte que toda la casa temblaba. La pobre mujer bajó y se arrojó a sus pies, deshecha en lágrimas y enloquecida.

-Es inútil- rugió Barba Azul,- hay que morir.

Luego, agarrándola del pelo con una mano, y levantando la otra con el cuchillo se dispuso a cortarle la cabeza. La infeliz mujer, volviéndose hacia él y mirándolo con ojos desfallecidos, le rogó que le concediera un momento para recogerse.

-No, no, dijo él, encomiéndate a Dios- y alzando su brazo...

En ese mismo instante golpearon tan fuerte a la puerta que Barba Azul se detuvo bruscamente; al abrirse la puerta entraron dos jinetes que, espada en mano, corrieron derecho hacia Barba Azul.

Este reconoció a los hermanos de su mujer, uno dragón y el otro mosquetero, de modo que huyó para guarecerse; pero los dos hermanos lo persiguieron tan de cerca, que lo atraparon antes que pudiera alcanzar a salir. Le atravesaron el cuerpo con sus espadas y lo dejaron muerto. La pobre mujer estaba casi tan muerta como su marido, y no tenía fuerzas para levantarse y abrazar a sus hermanos.

Ocurrió que Barba Azul no tenía herederos, de modo que su esposa pasó a ser dueña de todos sus bienes. Empleó una parte en casar a su hermana Ana con un joven gentilhombre que la amaba desde hacía mucho tiempo; otra parte en comprar cargos de Capitán a sus dos hermanos; y el resto a casarse ella misma con un hombre muy correcto que la hizo olvidar los malos ratos pasados con Barba Azul.

Barba Azul, cuento de Charles Perrault

lunes, 15 de noviembre de 2010

-Barba Azul (primera parte)




Érase una vez un hombre que era inmensamente rico y era dueño de todos los cultivos del valle. Pero por desgracia, aquel hombre tenía la barba azul: esto le hacía tan feo y terrible que no había mujer que no huyera de él.

Una de sus vecinas, dama de calidad, tenía dos hijas sumamente bellas. Él la pidió en matrimonio y dejó a su elección que le diera la que quisiera. Ninguna de las dos quería: era un hombre horrible y además no se sabía nada de las anteriores chicas que había tomado en matrimonio. Pero, por miedo a enfurecerlo, la mayor de las dos accedió a casarse con él.


Al cabo de un mes, Barba Azul dijo a su mujer que se veía obligado a hacer un viaje a provincias por lo menos seis semanas, para un asunto de mucha importancia; que le rogaba que se divirtiera mucho durante su ausencia, que invitara a sus amigas, que las llevara al campo si quería, y que siempre comiesen bien.

—Ahí tienes —le dijo— las llaves de mi palacio. Abrid todo, andad por donde queráis, pero os prohíbo que entréis en cuarto del sótano, y os lo prohíbo de forma que, si llegáis a abrirlo, no habrá nada que no podáis esperar de mi cólera.

Ella prometió cumplir exactamente cuanto se le acababa de ordenar. Y él, después de abrazarla, subió a la carroza y partió de viaje.

Pasaron los días y agonía que suponía la pequeña llave del sótano en el llavero cada vez era mayor.

Se vio tan dominada por su curiosidad, que al cuarto día bajó las escaleras que conducían al cuarto secreto. Al llegar a la puerta del gabinete, se detuvo un rato, pensando en la prohibición que le había hecho su marido y considerando que podría sucederle alguna desgracia por haber sido desobediente; pero la tentación era tan fuerte que no pudo resistirla: cogió la llavecita y abrió temblando la puerta del sótano.

Al principio no vio nada, porque las ventanas estaban cerradas; después de algunos momentos empezó a ver que el suelo estaba completamente cubierto de sangre coagulada y que en ella se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas y sujetas a lo largo de las paredes. (Eran todas las mujeres con las que Barba Azul se había casado y que había asesinado una tras otra).

Estuvo a punto de morirse de miedo, y la llave del gabinete que acababa de sacar de la cerradura se le cayó de la mano. Después de haberse recobrado un poco, recogió la llave, volvió a cerrar la puerta y subió a su cuarto para reponerse un poco, pero no lo consiguió, tan agitada como estaba.

Habiendo notado que la llave estaba manchada de sangre, la limpió dos o tres veces, pero la sangre no se iba; por más que la lavara e incluso la frotara con arena y asperón, siempre quedaba sangre, pues la llave estaba encantada y no había manera de limpiarla del todo; cuando se quitaba la sangre de un sitio, aparecía en otro.

* * *

Mañana más y mejor.

domingo, 14 de noviembre de 2010

-Irrepetible



Tocos los días acabo corriendo.
Corro detrás. Persigo y no alcanzo.
Como si fuese el autobús que siempre pierdo.
El problema es que tú no volverás a pasar a las 08:10.



jueves, 11 de noviembre de 2010

-Hojas



Creo que ha llegado el momento de comprobar si estamos en otoño.


martes, 9 de noviembre de 2010

-Tengo que enamorarme



Es una perífrasis verbal,


modal obligativa.


[Tú ya sabes a qué me refiero]

-Por probar...



Beberme el agua de las acuarelas

para pintarme el corazón.


jueves, 4 de noviembre de 2010

-Incorrecto


Eso de los tiempos verbales es una tontería.


No existe el futuro perfecto,
tampoco hay ningún condicional perfecto,
ni mucho menos un pasado pluscuamperfecto.


En el fondo, los filólogos no son más que unos ilusos.


-Dedicada



A todos aquellos que se levantaron antes de que saliera el sol.

-Las tripas de la cabeza



Parece que no saben a nada.
En realidad no saben nada.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

-Descubrir algo


Significa mirar lo mismo que esta viendo todo el mundo,

y percibirlo de manera diferente.

Albert Szent Gyorgi

-Nihil



nihil novum sub sole

martes, 2 de noviembre de 2010

-Y tú ¿Qué harías? II

¿LA DAMA O EL TIGRE?

Hace muchos años, vivía un rey bárbaro que gobernaba con mano de hierro. Su poder absoluto era tal, que todos y cada uno de los delitos cometidos por sus súbditos eran juzgados mediante un juego que él mismo se había inventado. El sistema era muy simple: el acusado era llevado al estadio donde le esperaban dos puertas idénticas. Detrás de una se encontraba un tigre hambriento y salvaje que le devoraría en el acto. Tras la otra aguardaba una dama, elegida entre todos los habitantes para ser la más adecuada para él, teniendo en cuenta su posición social y demás cualidades.

Si abría la puerta del tigre, era considerado culpable y su castigo era la muerte en el acto. En cambio, si tenía la suerte de abrir la otra puerta, se le declaraba inocente y se le casaba con la mujer elegida para él, sin importar si estaba ya comprometido, ni si ya había formado una familia.

Pero, como suele pasar, la hija del rey se enamoró locamente de un campesino. Mantuvieron su romance en secreto hasta que, una noche, el rey sorprendió a los dos amantes. Su cólera era inmensa. ¡Su preciosa hija con un plebeyo cualquiera! Aunque lo que el soberano quería era acabar con el joven, tenía que abstenerse a sus propias leyes y el amado de la princesa fue conducido al de siete días a la arena.

Todo el pueblo se reunió para presenciar el acontecimiento. “¡Pobre muchacho!” Se quejaban. “Tan joven y hermoso y condenado…” Una vez en el estadio, el joven se volvió hacia el palco real para hacer la reverencia obligatoria al rey. Pero esa vez sus ojos no miraban a su señor, estaban fijos en la princesa. “¿Cuál?” Le preguntó con la mirada. Ella movió suavemente la cabeza hacia la derecha.

Durante toda esa semana, la princesa se había dedicado a averiguar, mediante sobornos y engaños, qué se encontraba tras cada puerta. Algo que nadie en todo el reino sabía, ni siquiera su padre.

También sabía quién iba a ser la mujer elegida para su amado. Era una cortesana del palacio, muy bella y agradable .Quien, aunque nunca lo había admitido, ella sabía que lo amaba. La princesa ya los había visto con anterioridad hablando en los pasillos. Aunque eran conversaciones cortas, ¡Mucho era lo que se podía decir en unos segundos! Cada vez que los veía juntos, la princesa se moría de celos. No podía darle a su amado. ¡Cuántas veces se había despertado empapada en sudor y muerta de rabia al soñar cómo su amado abría la puerta de la dama! Lo veía todo en su mente como si fuese real: La alegría de él al saber que seguiría vivo, los vítores del público, la cara de triunfo de la mujer al estrecharlo en sus brazos, la mirada que esta le dedicaría sabiéndose ganadora… No. Eso no podía suceder.

Pero, cuando no tenía esa pesadilla, soñaba con algo peor: Veía cómo él abría la otra puerta y de allí salía el tigre. El más fiero y salvaje, seleccionado entre las peores alimañas que los guardias habían podido encontrar. Imaginaba cómo el animal saltaba sobre el joven y clavaba sus garras en su frágil cuerpo, cómo jugaba con él; dejándolo sufrir y morir lentamente, cómo los gritos de su amado inundaban la plaza y hacían estremecer hasta la última fila de espectadores, cómo el tigre, por fin cansado de aquel juego que no llevaba a ninguna parte, se abalanzaba sobre su presa y lo devoraba en mitad de la plaza, ante la mirada horrorizada de todos.

Pero tras muchas dudas había llegado a una conclusión y señaló hacia la derecha.

¡Qué bien había hecho en confiar el ella! Se felicitó a sí mismo el amante. No esperaba menos de la princesa. Confiado, cruzó la arena y, sin un instante de duda, abrió la puerta de la derecha.