Jenna salió en silencio y se sentó en el escalón de la puerta envuelta en la colcha, mientras su aliento se convertía en nubes en el gélido aire matutino. 
La niebla de los marjales, densa y baja, abrazaba el suelo y se arremolinaba sobre la superficie del agua y sobre el pequeño puente de madera que cruzaba un amplio canal hasta el marjal del otro lado. El agua subía hasta desbordar las riberas del canal y corría alrededor de la isla formando un foso. El agua era oscura y tan lisa que parecía como si una fina piel se estendiera sobre la superficie y, sin embargo, cuando Jenna la miraba, podía verla ascender lentamente por encima de las orillas y discurrir por la isla. 
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